Hace poco tiempo cayó en mis manos el libro Opio: un retrato del demonio celestial un libro esclarecedor que destripa la historia de esta droga analgésica narcótica. El opio se extrae de la adormidera (una planta parecida a la amapola).
Fumar opio apareció en Occidente hacia 1850, un hábito traído de China por los viajeros y marineros europeos y los inmigrantes chinos. Velado por un aura sin rival de decadencia oriental, excitó a quienes poseían temperamento artístico en Europa y a los degenerados en Estados Unidos. Adoptado, por un lado, por escritores, artistas y gente rica que parecían tener poco más que hacer con su tiempo y el dinero que malgastarlo en malos hábitos, y, por el otro, por marineros, prostitutas y gente a la deriva que parecían no tener otra cosa más que malos hábitos, el fumar opio quedaba relegado a los márgenes de la sociedad.
Y, como si el opio no fuera suficiente, por la misma época se volvieron populares la cocaína, el éter, el hachís, el cloroformo y el ajenjo. De hecho el consumo de drogas en todas sus formas fue legal hasta principios del siglo XX, cuando los países del mundo empezaron a percatarse de los daños para la salud que producía.
Novelistas y poetas elevaron al opio a la altura de las musas, dándole crédito por liberarlos del tedio de las palabras y los pensamientos triviales. Escritores consumidores de drogas eran los franceses Guy de Maupassant, Theophile Gautier o Alejandro Dumas, también el poeta francés Verlaine o el inglés Oscar Wilde eran bebedores habituales de ajenjo. También el cine explotó la locura de las drogas, con películas como The Dereclict (1914), The Dividend (1916), Broken Blossoms (1919), Bits of Life (1921) y Human Wreckage (1924) .
Todo esto y mucho más se encuentra en este libro de Barbara Hodgson, una edición muy bien ilustrada y cuidada, con buenas fotografías que cuenta la historia del opio.
Fumar opio apareció en Occidente hacia 1850, un hábito traído de China por los viajeros y marineros europeos y los inmigrantes chinos. Velado por un aura sin rival de decadencia oriental, excitó a quienes poseían temperamento artístico en Europa y a los degenerados en Estados Unidos. Adoptado, por un lado, por escritores, artistas y gente rica que parecían tener poco más que hacer con su tiempo y el dinero que malgastarlo en malos hábitos, y, por el otro, por marineros, prostitutas y gente a la deriva que parecían no tener otra cosa más que malos hábitos, el fumar opio quedaba relegado a los márgenes de la sociedad.
Y, como si el opio no fuera suficiente, por la misma época se volvieron populares la cocaína, el éter, el hachís, el cloroformo y el ajenjo. De hecho el consumo de drogas en todas sus formas fue legal hasta principios del siglo XX, cuando los países del mundo empezaron a percatarse de los daños para la salud que producía.
Novelistas y poetas elevaron al opio a la altura de las musas, dándole crédito por liberarlos del tedio de las palabras y los pensamientos triviales. Escritores consumidores de drogas eran los franceses Guy de Maupassant, Theophile Gautier o Alejandro Dumas, también el poeta francés Verlaine o el inglés Oscar Wilde eran bebedores habituales de ajenjo. También el cine explotó la locura de las drogas, con películas como The Dereclict (1914), The Dividend (1916), Broken Blossoms (1919), Bits of Life (1921) y Human Wreckage (1924) .
Todo esto y mucho más se encuentra en este libro de Barbara Hodgson, una edición muy bien ilustrada y cuidada, con buenas fotografías que cuenta la historia del opio.
1 comentario:
La flor del opio no se parece a una amapola. ES una amapola. Desde tiempos ancestrales se ha usado en Valencia (España) el fruto de la amapola, que es una bola exactamente igual a la del opio pero más pequeñita, para hacer infusiones paras dormir tanto a niños como a mayores. No vayamos de periodistas por el mundo sin informarnos. Amapolas hay en todo el mundo y se han usado siempre para lo mismo.
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