28 abril 2007

Orígenes del doping


Por doping se entiende el empleo de excitantes o estimulantes por un participante en una prueba deportiva. El uso de sustancias prohibidas es una práctica muy antigua, se conocía desde la antigüedad como los atletas griegos consumían este tipo de sustancias con el fin de mejorar deportivamente.

Otra de las civilizaciones que practicaban el uso habitual de sustancias prohibidas eran los Incas, quienes masticaban las hojas de coca. De hecho, algunos autores creen que el origen de la palabra doping viene de la palabra "dop" o "dope", una especie de licor estimulante utilizado por los "kafiors" africanos.

Hasta ese momento no se tenía constancia del peligro y del consumo de sustancias dopantes. Será a partir de 1960 como consecuencia del fallecimiento del ciclista Kart Jenssen en las olimpiadas de Roma, en situación más que misteriosa, cuando se empiece a tomar constancia de la importancia y trascendencia del uso de productos sin control.

El motivo principal es que hasta pocos años antes de esa fecha, el consumo de sustancias prohibidas era cosa de las que se ocupaban casi en exclusiva los curanderos
(sangre de toro, extractos de testículos de animales salvajes, cafeína). No se conocía de sustancias dopantes con tanta fuerza como para matar a una persona.

No fue ésta la única víctima causada por el doping. El estudio del Instituto Curie de Francia reveló que entre los años 1975 y 1995, tres ciclistas que habían participado en el Tour de Francia habían muerto por causas cardiovasculares, lo más llamativo es que se trataba de personas jóvenes de apenas 32 años. También se habían encontrado a otros dos fallecidos por las mismas causas que los anteriores de algo más de edad, de 40 y 44 años. Todo hacía suponer que entre los motivos de estas muertes estuvieron detrás las sustancias dopantes que habían consumido, entre ellas la famosa EPO (eritropoyetina).

No hace falta decir que la crónica negra del doping no solamente se aprecia en el ciclismo, este problema engloba a otros muchos deportes, como el fútbol, atletismo, esquí, baloncesto, se puede decir que abarca a todo el mundo del deporte, pero más cercanamente al deporte profesional.

Cuando se empezó a detectar los primeros síntomas claros sobre el doping, fue por aquel verano caluroso del Tour de Francia de 1967. El 13 de julio, un ciclista destacado del pelotón, el británico Tom Simpson de 29 años estaba ascendiendo el durísimo puerto del Mount Ventoux. El ex-campeón del mundo de ruta en carretera fallecía en aquel mítico puerto mientras ascendía por sus laderas. De aquella desgracia se sabe que Simpson portaba en su maillot numerosas decenas de anfetaminas. Su muerte se debió al fuerte calor que hacía aquel día, a la falta de oxígeno y al uso de estimulantes.

Su muerte causó un fuerte impacto en el mundo del ciclismo, puesto que el doping por fin salía de su cueva, hasta ese momento se sospechaba de su uso pero fue tras esta muerte cuando se levantó el telón y se empezó a controlar el tema.

Sólo doce meses antes, los más importantes ciclistas profesionales del pelotón multicolor de Europa habían amenazado con declararse en huelga si se instauraban test aleatorios de orina. Tras la muerte de Simpson, fue una obligación.

15 abril 2007

¿Se puede morir de amor?


Confirmado: se puede morir de amor. Así lo han demostrado científicos del University Collage de Londres y del Brighton & Sussex Medical School. Al parecer estos investigadores han demostrado que existe el "síndrome del corazón roto". Éstos han descubierto que existe un vínculo directo entre daños en el corazón y el estrés provocado por el fallecimiento de un ser querido. Este motivo que ha sido aprovechado por multitud de poetas, cantantes para ilustrar sus poemas o canciones, deja de formar parte del imaginario colectivo para ser una posible causa de fallecimiento real. Según ellos, un acontecimiento traumático puede aturdir al corazón y provocar los síntomas típicos de un ataque, como dolor en el pecho. La razón se debe a unas hormonas que aparecen en el cuerpo tras enfrentarse a un hecho impactante. De esta manera recuerdan la muerte los británicos de su primer ministro James Callaghan, que falleció once días después de despedirse de su esposa Audrey.
En la cuerda floja film que interpretan Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon, ambos dan vida a Johnny Cash y su esposa June, un caso mítico de corazón roto. Johnny Cash apenas aguantó cuatro meses tras la muerte de su esposa June. A estos casos reales seguro que se les une muchos más de gente anónima que no supo vivir con la pena y tristeza de vivir solos, sin su ser amado. Me viene a la mente a la triste Ofelia, que se suicidó ahogándose ante la imposibilidad de compartir sus sentimientos con Hamlet. Quizás el amor no sea el dicho popular del despechado, "4 letras y dos idiotas", quizás el amor sea una de las posibles razones que nos llevan a los seres humanos a querer vivir, quizás tengan razón los filósofos del positivismo que aseguran que es más feliz la persona casada que la soltera, quién sabe.
Lo que si es seguro que amar y ser amado es una sensación de felicidad plena. ¿Quién no busca ser feliz? ¿Quién no busca ser querido? Después de leer esto, seguro que el "corazón partío" de Alejandro Sanz toma mucho más sentido.

06 abril 2007

Historias del Savoy


Descubrí a José Luis Alvite allá por el verano del 2005 cuando trabajaba como becario en La Razón. La primera vez que leí las historias del Savoy me dejaron embobado ante la fina pluma del periodista gallego. Tenía delante al García Márquez español, o era un Bukowski del siglo XXI. Ninguno de los dos. Alvite tiene su propio estilo, un estilo que lleva desde hace 30 años practicando y que nadie puede discutir como de muy bueno. Sus metáforas imposibles y su ironía pueden leerse todas las mañanas en La Razón. Me río de aquellos que reniegan de comprar este periódico por su sensacionalismo o “facherío”, sólo por leer a Alvite merece la pena pagar 1 euro y más. Recuerdo el tiempo que compraba El País para leer al bueno de Santi Segurola en sus crónicas deportivas, lo mismo me ocurre con este gallego de Santiago de Compostela, banquero y periodista, que desnuda su lápiz entre copa y copa de gyntonic, o cómo se escriba, en algún bar de Santiago, como el Corzo hasta altas horas de la madrugada.

Alvite es especial, diferente, único, desprende el olor del literato, aunque es periodista por tradición familiar. Va y viene, desaparece sin dejar rastro pero siempre vuelve. Volvió loco a Carlos Herrera, y ahora a José Alejandro Vara. Nunca guarda lo que escribe, las papeleras que le rodean ocultan las historias de Enrie Loquasto o el pianista Larry. Nunca una papelera acumuló tan noble trabajo. Para Alvite no tiene sentido guardar lo que se escribe, “sé que si escribiese una novela la crítica elogiaría el espacio en blanco. En el mejor de los casos, venderían los ejemplares con un mechero para prenderlos fuego”.

Genial, único, en el Savoy se evade de la realidad a través de sus metáforas. El Savoy es un club donde acudir a tomar la última copa del día, es el lugar escogido para sus historias, “el Savoy es mi manera de evadirme de la realidad sin recurrir a las drogas”. Alvite a las letras es lo que Joaquín Sabina a la música. Modesto hasta para no ir a cobrar el dinero que bien gana en la radio o en la prensa, gracias a Carlos Herrera se le puede leer en el libro Historias del Savoy del año 2004 y publicado por Ediciones Ézaro. Allí en su introducción Alvite comienza así “de chaval me dijo mi padre: hay dos maneras de estropear la letra, hijo, la masturbación y el periodismo, así que tú verás”. Para conocer como continúa nada mejor que acercarse al libro, o sino, comprarse La Razón, y leer al mejor dentro de los mejores, simplemente, José Luis Alvite.