Descubrí a José Luis Alvite allá por el verano del 2005 cuando trabajaba como becario en La Razón. La primera vez que leí las historias del Savoy me dejaron embobado ante la fina pluma del periodista gallego. Tenía delante al García Márquez español, o era un Bukowski del siglo XXI. Ninguno de los dos. Alvite tiene su propio estilo, un estilo que lleva desde hace 30 años practicando y que nadie puede discutir como de muy bueno. Sus metáforas imposibles y su ironía pueden leerse todas las mañanas en La Razón. Me río de aquellos que reniegan de comprar este periódico por su sensacionalismo o “facherío”, sólo por leer a Alvite merece la pena pagar 1 euro y más. Recuerdo el tiempo que compraba El País para leer al bueno de Santi Segurola en sus crónicas deportivas, lo mismo me ocurre con este gallego de Santiago de Compostela, banquero y periodista, que desnuda su lápiz entre copa y copa de gyntonic, o cómo se escriba, en algún bar de Santiago, como el Corzo hasta altas horas de la madrugada.
Alvite es especial, diferente, único, desprende el olor del literato, aunque es periodista por tradición familiar. Va y viene, desaparece sin dejar rastro pero siempre vuelve. Volvió loco a Carlos Herrera, y ahora a José Alejandro Vara. Nunca guarda lo que escribe, las papeleras que le rodean ocultan las historias de Enrie Loquasto o el pianista Larry. Nunca una papelera acumuló tan noble trabajo. Para Alvite no tiene sentido guardar lo que se escribe, “sé que si escribiese una novela la crítica elogiaría el espacio en blanco. En el mejor de los casos, venderían los ejemplares con un mechero para prenderlos fuego”.
Genial, único, en el Savoy se evade de la realidad a través de sus metáforas. El Savoy es un club donde acudir a tomar la última copa del día, es el lugar escogido para sus historias, “el Savoy es mi manera de evadirme de la realidad sin recurrir a las drogas”. Alvite a las letras es lo que Joaquín Sabina a la música. Modesto hasta para no ir a cobrar el dinero que bien gana en la radio o en la prensa, gracias a Carlos Herrera se le puede leer en el libro Historias del Savoy del año 2004 y publicado por Ediciones Ézaro. Allí en su introducción Alvite comienza así “de chaval me dijo mi padre: hay dos maneras de estropear la letra, hijo, la masturbación y el periodismo, así que tú verás”. Para conocer como continúa nada mejor que acercarse al libro, o sino, comprarse La Razón, y leer al mejor dentro de los mejores, simplemente, José Luis Alvite.
Alvite es especial, diferente, único, desprende el olor del literato, aunque es periodista por tradición familiar. Va y viene, desaparece sin dejar rastro pero siempre vuelve. Volvió loco a Carlos Herrera, y ahora a José Alejandro Vara. Nunca guarda lo que escribe, las papeleras que le rodean ocultan las historias de Enrie Loquasto o el pianista Larry. Nunca una papelera acumuló tan noble trabajo. Para Alvite no tiene sentido guardar lo que se escribe, “sé que si escribiese una novela la crítica elogiaría el espacio en blanco. En el mejor de los casos, venderían los ejemplares con un mechero para prenderlos fuego”.
Genial, único, en el Savoy se evade de la realidad a través de sus metáforas. El Savoy es un club donde acudir a tomar la última copa del día, es el lugar escogido para sus historias, “el Savoy es mi manera de evadirme de la realidad sin recurrir a las drogas”. Alvite a las letras es lo que Joaquín Sabina a la música. Modesto hasta para no ir a cobrar el dinero que bien gana en la radio o en la prensa, gracias a Carlos Herrera se le puede leer en el libro Historias del Savoy del año 2004 y publicado por Ediciones Ézaro. Allí en su introducción Alvite comienza así “de chaval me dijo mi padre: hay dos maneras de estropear la letra, hijo, la masturbación y el periodismo, así que tú verás”. Para conocer como continúa nada mejor que acercarse al libro, o sino, comprarse La Razón, y leer al mejor dentro de los mejores, simplemente, José Luis Alvite.
1 comentario:
me encanta,lo escucho en Herrera en la onda,es diferente,te cautiva y te lleva al savoy....
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